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Aguaderramada, 2023

Texto publicado en Editorial Aguaderramada

El libro Como una mujer, la imagen fotográfica reúne, en la complejidad de los tiempos presentes, la compilación de tres ensayos de Rita Ferrer y otro en torno a uno de sus textos redactado por Nelly Richard; todos escritos hace más de una década atrás. En este proceso editorial realizado por la editorial del I.P. ARCOS, Aguaderramada, no se condensan únicamente autoras y nombres, sino que, pienso, se arrojan luces sobre las formas de testimoniar, existir y vivir en un tiempo particular y sus agitaciones. Se trata de un manifiesto fundante que Rita Ferrer nos propone sobre la cultura y la capacidad de la propia fotografía, su trascendencia en medio de los debacles
tecnológicos y culturales.

Para quienes conocen, la pluma de Rita Ferrer es gozosa y lacerante. No quiero igualar la escritura a una experiencia física, pero aquella es similar a una “montaña rusa”, que te lleva por un tiempo indefinido de bajadas, subidas y alteraciones. Y es que en Como una mujer, la imagen fotográfica, el cuerpo como la fotografía son testimonios encarnados, metamorfoseados uno en el otro, principalmente bajo algunos acontecimientos que hacen referencia al tiempo de la dictadura cívico militar y, luego, al de la transición y la tan esperada democracia. No obstante, un hecho relevante de los textos seleccionados es el desplazamiento y los parámetros feministas que la autora inserta, esto como gesto gravitante en medio de los síntomas que muestra el poder excluyente.

Los tres ensayos de Rita Ferrer pertenecen a los libros Yo; fotografía (2002) y ¿Quién es el autor de esto? (2010) mientras que el de Nelly Richard fue escrito con ocasión del lanzamiento del libro Yo; fotografía (en la Biblioteca Nacional). Junto a estas escrituras, Ignacio Chávez (editor de la publicación) convocó el trabajo fotográfico de Javier Godoy y, más reciente, el del Colectivo AFI Woman. También se incorporaron otras imágenes de archivo que pertenecen al patrimonio de Rita Ferrer y a Museo del Mundo. Pareciera entonces que la edición buscó accionar, desmarcar y enmarcar los tiempos y las lecturas, pues siguiendo las ideas sobre archivo y memoria de Aby Warburg y Walter Benjamín, la lectura activa una energía vital de las cosas al abrir el significado de las imágenes y percibir en el conjunto un cuerpo de memorias (in)definidas; anómicas, de duraciones múltiples.

En esta edición de sesenta y seis páginas, se revitaliza una dialéctica de entre tiempos y analogías, especialmente de los acontecimientos pasados y políticos, junto a otros más recientes de heridas totalmente abiertas. Entre las ideas que Rita Ferrer pone a circular está el ethos —de la fotografía y las mujeres—, el ser mujer en un sistema falogocéntrico, desde donde la autora revisa el medio cultural a partir de una visión crítica y expandida. En el texto Yo, la peor de todas, se homologa la vivencia de la fotografía con la otredad instalada. Aunque los textos fueron escritos en los años 90, y tenían su mirada en un presente inmediato, la experiencia catártica de la palabra se nutre (o nutre) la resistencia de estos momentos más actuales. En este sentido, quisiera leer Como una mujer, la imagen fotográfica no solo desde la importancia de sus significados, sino que leer el manifiesto de una postura radical contra los racionalismos y las exclusiones en cualquier tiempo e instancia.

En Yo, la peor de todas, Rita Ferrer se metaforiza al cuerpo fotográfico que resiste al control de la violencia epistemológica de las políticas policiacas, racistas, homofóbicas, misóginas y clasistas.
Este ser mujer, como ser fotografía, tiene hoy como ayer, la herramienta más testimonial en tanto convulsión tecnológica y representacional. Es así que la voz crítica y feminista asimila a la fotografía con el cuerpo de una mujer mestiza, marginal, ahistórica e histérica, en oposición a los cuerpos del dogma social y mercantiles. El “yo” coral son también las otras, fotografía incluida. En este sentido, los tres ensayos de Rita Ferrer (Yo, la peor de todas, Yo, la histérica Fotográfica y Ejercita tu mirada), se adelantan a pensar en esa máquina que reproduce imágenes, pero lo hace desde una dualidad que puede ser entendida entre el cuerpo de la mujer y la máquina, lo que me parece es una crítica implícita a la modernidad y sus binarismos estériles. En ese “yo” que Rita despliega, empatiza con la otra, la máquina, la rechazada y condicionada desde una violencia cultural-epistemológica:

Como una mujer, el estatuto social de la imagen fotográfica está preso dentro de un cuerpo reproductor, modelado por los cánones de una cultura falogocentrista. Condición condicionada para ejercer como prostituta del arte oficial, o bien, matriz reproductora de la tal llamada realidad. Cuerpo cautivo que nace tarde en un mundo donde la repartición de sentidos ya se encuentra desde hace mucho distribuida en categorías duales (trascendente/inminente; original/espécimen…), que la subyugan a una posición de otredad.

La conversión metafórica del cuerpo que realiza Rita Ferrer deja en evidencia el dogma social de esa otredad esencializada; frente al arte la fotografía tuvo que travestirse, frente a la sociedad las mujeres siempre estuvieron bajo el estatuto de la “exhibición y categorización”. Pero esto no responde solo a la época de la dictadura cívico militar, sino que es el residuo de nuestros cuerpos que no encajan en el fino teatro social/moderno/global. La fotografía excluida, travestida, disfrazada, marginada, pone en relieve esa confrontación cultural pictórico-fotográfica que se dio en el espacio del arte y la cultura y que en otros parámetros culturales se sigue dando: el
norte/sur, lo alto/bajo, el occidente/oriente, etcétera.

Como una mujer, la imagen fotográfica. Ed. Aguaderramada

Las escrituras de Rita Ferrer y Nelly Richard, más las fotografías de las marchas feministas y la revuelta bajo la mirada del colectivo AFI woman y el icónico retrato del Che de los gays de Javier Godoy, se convoca como en un gran prisma, situándose en un espacio temporal discontinuo, en un ritmo dialéctico donde las cuerpas y las vírgenes desacralizadas se proyectan, se muestran (resisten) y también son censuradas desde una tecnología transformadora. La imagen fotográfica, como refiere Rita Ferrer, es una “quemadura luminosa”: más que huella “la imagen fotográfica anticipa una estética de la sombra. Estética que recorre toda su enunciación: desde la compulsión misma del fotógrafo que dispara sin cesar atraído por una fuerza misteriosa, como la de alguien que persigue su propia sombra sin poder renunciar a ese imposible”.

Pienso en estas palabras, en esta escritura, y me es imposible no sucumbir al presente. En este contexto, el trazo del cuerpo borrado y desaparecido, es también el trazo que otorga al cuerpo desafiante y desenfrenado una zona de luz. A propósito del Che de los Gays (Día Internacional del Orgullo Lésbico, 2004) en el texto Ejercita tu mirada, Rita Ferrer escribe: “Como Orfeo, figura arcaica que encarna la elocuencia, a la música y a la épica, El che de los gays disfruta de sus acciones pero su aporía no se dirige a nadie sino al objetivo de la lente a la que se aferra para no mirar atrás”. Así, la mirada y los cuerpos se proponen al lente, se ofrecen al acto fotográfico, a la construcción y también a los desvíos de los artilugios que censuran y reprimen, como sucede en el presente cuando los sistemas algorítmicos persiguen y borran cualquier voz disidente.

Sin embargo, no siempre es posible desafiar el correlato de los dogmas improductivos. Rita Ferrer da cuenta de un suceso vinculado al retrato el Che de los Gays de Javier Godoy, cuando la fotografía hizo parte de la exposición Chile en 100 miradas (en la plaza de la Constitución y otras itinerancias). En el relato, Rita Ferrer expone que la fotografía de Godoy no fue incluida en una selección y edición especial que realizó el suplemento Icarito (del diario La Tercera), a pesar de que los organizadores del diario hicieron alarde de la calidad de las imágenes, dividiéndolas, además, en secciones tradicionales como identidad, patrimonio, imágenes de época, etcétera. La no inclusión de esta fotografía es un claro síntoma de la hegemonía de las decisiones culturales y los conservadurismos, control y esencialismo en términos de diversidad y disidencia sexual.

En Como una mujer, la imagen fotográfica, pareciera que los tiempos se enfrentan a las dicotomías culturales. En estos planos las cuerpas/cuerpos resisten la deriva de las leyes del mercado. Según Aby Warburg, el historiador que lee imágenes no puede ser neutral, tampoco el que hace imágenes o las edita, pues en estos procesos y miradas siempre hay una narrativa. En este sentido, la edición de Ignacio Chávez es un guiño a experimentar los textos y las fotografías en el presente, cómo se viven los enfrentamientos y las acciones en las cuales las imágenes resisten y sucumben.

La censura, los algoritmos, el género excluido, el control del cuerpo y de las narrativas, me llevan a las imágenes de los cuerpos de niños bombardeados y masacrados en Gaza, las mismas fotografías que un poder comunicacional busca borrar, censurar y evitar su propagación. En este control, la fotografía sigue siendo la paria indeseable —la fotografía que Rita Ferrer expone magistralmente— que, en la actualidad, es capaz de aceptar su camuflaje con otros colores y materialidades, con nuevas urgencias de apropiación y resistencia, como acontece con el proyecto @unmutegaza (Instagram). Así, las fotografías, desarraigadas y rechazadas por el ojo represor, se dejan transfigurar en imágenes pictóricas con el fin de circular y desviar el discurso absolutista de las grandes corporaciones.

Para finalizar, una cita de Rita Ferrer, poderosamente vigente:

Como una mujer que está cansada de que le cuenten el cuento, la imagen fotográfica se reconoce ideológica. Sabe que su discurso se conecta con las estructuras de poder, que sostienen y reproducen las representaciones del poder social, que las significan. Más que una cualidad o conjunto de cualidades inherentes, son más bien las diversas formas en que la gente, de acuerdo a su tiempo, se relaciona con ellas. Su apuesta es el juego y la inscripción de su circulación como devenir. La imagen fotográfica, gitana, fiestera y popular, ríe a borbotones porque su vigencia descansa en el transcurso y en la aceptación de su práctica que juegan a su favor, por lo fogoso de su deseo.