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Curadurìa Centro cultural Mundana, Amberes, Bélgica (2020)

¿Cómo podemos superar nuestras sombras cuando ya no nos queda ninguna?
                                                                                                                                 Jean Baudrillard

Antes de que el s. XX finalizara, permanecía la sensación de que un nuevo siglo por venir sería una especie de limpieza a toda la contaminación y aniquilamiento provocados. Una despedida de siglo, que recuperaría los distintos sucesos, tal como refiere Baudrillar, “a través del filtro de la memoria, no para encontrar un significado [..] sino para encalarlos y blanquearlos”(2002). En suma, un último deseo que pudiera borrar todos los horrores que ya no tenían reparo, pero que sabemos, volverían, no más el tiempo siguiera su inevitable proceder.

En la exhibición Silencio en el fin del mundo, Ricardo Candia plantea un ADN inscrito en el legado de la mirada fotográfica, que contribuyó a la formalización de un mundo “otro” y “salvaje”. Para sus imágenes y esculturas intervenidas, propone los retratos del etnólogo Martín Gusinde, quien en 1923, ante el temor de la posible desaparición de los pueblos Selk’nam, los fotografió especialmente, en la representación del rito iniciático del Hain. A pesar de que las intenciones fueron totalmente distintas, las imágenes conservan el afán de una historia decimonónica y archivística, con la paradoja de una memoria a ser clasificada y olvidada, que concentra el encierro de cientos de familias originarias en los zoológicos humanos europeos y el avance de la extinción producida por la avaricia latifundista sobre sus territorios.

Candia rastrea los retratos de la ceremonia del Hain; los encuentra en el espacio público, en los parques de diversión, en los objetos turísticos y en las redes virtuales del consumo global, en forma actual de iconos y transacciones banalizadas. En palabras de su autor, la exposición propone “interpretar de otra forma el conocimiento que tenemos sobre ellos y la valoración que le damos a su iconicidad”, de tal manera, que sin cerrar los ojos ante los horrores de la historia, nos invita a acercarnos al anacronismo visual de un tiempo que experimenta la destrucción y la supervivencia. Puesto que hoy,  ¿en qué formas se hace posible entender la oscuridad, el cautiverio y la muerte a la que fueron expuestos como familias e individuos? 

Fuera de todo ámbito nostálgico por un aura, Candia interviene las fotografías —su transparencia y engaño—, sumando lecturas y capas de memorias a las taxonomías anteriormente ejecutadas. Por medio de procesos fotoquímicos de descoloración, antepone nuevas significaciones a los rostros fotografiados y a los cráneos esculpidos. Recupera tiempos e injerta en los cuerpos y sus historias,  trozos y visiones de carnes desgarradas.

Como su nombre lo sugiere, Silencio en el fin del mundo, nos conduce por la visión de la belleza y la crudeza. El descubrimiento de un tiempo que se manifiesta por las trampas de la memoria, y los significados de una sublimidad hostigada.

En la manifestación del consumo de los objetos comercializados, Candia expone la pérdida y el blanqueo de esta memoria. Invita a interrogarnos por el sentido del silencio, sus contradicciones de vida y muerte bajo la visión de un continuo peligro de  desaparición,  la de un mundo excepcional, hasta el día de hoy codiciado; puesto en permanente estado de vigilia y resistencia. 

Julio, 2019.